Se nota que queremos recuperar el tiempo perdido. Durante los dos o tres primeros años del niño, no fuimos de los que salíamos mucho por ahí. Conocemos gente que son capaces de parir en un restaurante con tal de no cambiar su ritmo de vida… Y en cierta forma, probablemente tengan razón. Ahora mismo nosotros lo vemos de otra manera. Quizás deberíamos haber salido algo más aunque a veces con un niño pequeñín sea un poco engorro.
De todas formas, hay niños y niños. Y el nuestro tiene ‘una guindilla en el culo’ y no es de los que se queda quieto en un restaurante esperando que llegue la comida. De cualquier manera, el tiempo pasa y va madurando. Y nosotros también. Este verano lo hemos llevado a varios sitios y se ha portado muy bien. Al principio, probamos en un lugar de comida rápida por si no salía bien para no tener que lamentarnos mucho de la cuenta. Pero se quedó allí tan tranquilo con sus patatas fritas y sus nuggets.
Pero después llegó el momento de apostar un poco más fuerte. A nosotros nos gusta comer bien. Preferimos salir menos a comer, pero si salimos que sea un restaurante en condiciones. Nos apetecía, en esta ocasión, probar surtidos de quesos suizos que habíamos visto ofrecían en un local no muy lejos de casa que acababan de abrir y que era especialista en quesos.
Somos muy fans del queso y es algo que hemos logrado contagiar al peque. Bueno, todavía hay determinados quesos que no come o lo de dan un poco de reparo, pero es normal. ¡Lo que a mí me costó empezar a comer Cabrales con ese olor que tiene! Pero esta vez creíamos que le iba a gustar porque surtidos de quesos suizos en general iba a ser suave y a él eso le gusta.
Así que ahí nos fuimos al nuevo local y el chico se volvió a portar súper bien. Se ve que entiende que en un restaurante no es como estar en casa y se lo toma con mucha calma. Casi nos daban ganas de llorar por estos respiros que nos da de vez en cuando…