Ser hipocondríaco 

Mi mujer ha cambiado bastante en los últimos años en algunos aspectos y la mayoría para bien. Espero que ella diga lo mismo de mí… Creo que uno de los grandes problemas de las relaciones es cuando se intenta cambiar al otro. Lo veo continuamente en esos programas de citas, sobre todo en personas que ya han tenido otras relaciones y están un poco “quemadas”. Quieren esto, lo otro y lo de más allá “porque no están para perder el tiempo”. Parece que buscan un producto en vez de una persona.

La cuestión es que mi mujer siempre ha sido una hipocondríaca. Desde el momento que me di cuenta (segunda o tercera cita) traté de ser comprensivo porque todos tenemos nuestras debilidades. Su madre acababa de tener tumor de pecho y aunque todo fue bien, sin duda, la dejó marcada. Y a partir de ahí, según me comentó años después, empezó a generar más ansiedad con respecto a las enfermedades.

Recuerdo que no quería que le echaran hielo en la bebida por si se ponía mala de la garganta. Y al menor síntoma ya quería antibióticos. Algunas cosas me hacían gracia, pero luego tenía otras más problemáticas. Se empezó a obsesionar con lo del tumor de pecho de su madre y que ella lo iba a tener. Y es que algunos cánceres son potencialmente hereditarios y, en ese sentido, sí que hay que tener muchas precauciones. 

Así que fui con ella a hacer un análisis genético para descartar algunas opciones. El análisis fue bien y, poco a poco, ella ha ido tomándose las cosas de otra manera. Ya hace más de 15 años que su madre superó la enfermedad y está muy bien de salud y creo que eso también la ha animado mucho.

Y ahora, de vez en cuando, hasta toma bebidas con algún hielo: no con todos, pero sí con uno… También el hecho de tener un hijo “ayuda” a los hipocondriacos porque dejas de preocuparte por ti mismo y pasas a preocuparte por los peques que, sobre todo cuando son pequeños, siempre tienen muchos problemillas de salud.  

¿Cuidarse o vivir la vida? 

Hay personas que disfrutan cuidándose y hay personas para las que cuidarse es un suplicio. Mi abuelo fue del segundo tipo. Él se curtió en los tiempos en los que fumar era de ‘paisanos’ y una pinta de vino (o dos) después de trabajar era la medicina obligada después de salir de trabajar. Se comía lo que daba la tierra o lo que había en el mercado. Y, al contrario de lo que nos venden los hipsters de hoy en día, tan fanáticos de lo “natural”, en el mercado de los pueblos tradicionales no todo era alimentos 100% saludables, además de que no había dinero para una alimentación equilibrada y variada…

Si ese año se echaba a perder la cosecha de verdura, pues se comía menos verdura y había que tirar de otros alimentos imperecederos. Mi abuelo me contó muchas historias de lo “bien” que se vivía en la época de posguerra sobre todo con el tema de la alimentación. Pero él tampoco fue mucho de cuidarse, como dije.

Murió de cancer de prostata con poco más de 70 años. Joven para las generaciones actuales, pero dentro de lo normal para la suya. Al principio, cuando recibió la noticia, tampoco varió mucho sus costumbres. Él era de ideas fijas, pero además lo hacía porque era lo que quería hacer. Puedo poner de ejemplo su afición al tabaco. Si bien es cierto que cuando él empezó a fumar todavía no había estudios que certificasen que era perjudicial para la salud, más adelante tampoco quiso dejarlo. Y su explicación era contundente: “voy a vivir peor si lo dejo”.

Y siempre me ha parecido una idea a debatir que puede aplicarse al tabaco o a otros vicios. Para una persona que no está acostumbrada a una vida sana, cambiar de hábitos puede ser muy complicado. Puede ser peor el remedio que la enfermedad. Decía que le gustaba fumar y que no iba a dejar una de las pocas cosas que le gustaban.

Y cuando llegó la noticia de que tenía cancer de próstata lo vivió como otra fase más en su vida: con aplomo y sin cambios de humor. Sí que al final hizo caso al médico con la alimentación pero siguió con sus pitillos hasta el final.

De gira con el grupo

Conocí a la banda porque se habían pasado por el estudio de donde trabajé un tiempo. Era un grupo con cierta repercusión por aquella época y el propietario del estudio, mi jefe, los recibió como ‘estrellas’. Y aunque a la hora de grabar se comportaron de forma bastante profesional, en los tiempos muertos hacían un poco de ‘rockstars’, algo que yo pensé que estaba pasado de moda, pero para ellos, por lo visto, no.

Unos meses después me llegó la oferta. Mi jefe me ofreció a ir como ingeniero de sonido en la mini gira que iba a hacer el grupo por España. Eran quince días, con 10 bolos. Al principio dudé por lo que había visto del grupo en el estudio, pero luego acepté ya que nunca había estado de ingeniero principal de sonido en directo.

Tras el primer concierto, llegaron los problemas. Para la prueba de sonido del día siguiente, no había grupo. El manager me dijo que el bajista estaba indispuesto. Me acerqué al autobús del grupo y el tipo estaba casi delirando. Bebía mucho y aquella noche se había pasado más de lo habitual. Y estábamos a principio de la gira. Cuando un par de horas después recuperó un poco la normalidad, se echó a llorar pidiendo perdón. Hablaba de los tipos de cancer de higado y que tenía miedo a morir: una cosa de locos.

Tras terminar con la prueba de sonido cinco horas después de lo organizado en un principio, coincidí con el bajista en la cena anterior al concierto. Me dio un poco de apuro después de lo que había visto, pero él ya estaba recuperado. Se puso a hablar conmigo con normalidad de temas intrascendentes pero después se puso serio con lo de sus ‘aficiones’. No quería que me llevara una mala impresión por ser el nuevo. Me dijo que estaba pasando una mala racha y que le estaban haciendo pruebas por lo los tipos de cancer de higado. Que quería dejar de beber pero que de gira no podía dejarlo.

No volví a trabajar con ellos, pero por mi jefe supe que tras aquella gira, el grupo lo dejó una temporada para que el bajista se recuperara de sus problemas y, por lo que oí, lo logró.

Afrontar un diagnóstico de cáncer

Cuando una persona es diagnosticada de cáncer lo normal es desear acceder a una segunda opinion medica cancer. Es una reacción lógica a la que el paciente tiene todo el derecho, ya que estamos hablando de una de las enfermedades más temidas por los pacientes y es normal que quieran asegurarse de que no se ha cometido un error en el diagnóstico.

Pero no se trata tan solo de asegurarse de que se padece cáncer, sino también de que los tratamientos que se proponen sean los adecuados y los mejores en cada caso, ya que de cómo se trate la enfermedad va a depender el éxito del tratamiento en cierta medida.

No es fácil afrontar un diagnóstico de cáncer, ni para la persona afectada ni para su familia. Es normal que en un principio no se acepte la realidad, pensar que algo así no puede estar sucediéndole a uno y que tiene que ser un mal sueño del que se va a despertar. Pero con el paso del tiempo, el diagnóstico se hace más real y pueden llegar otras etapas, como la depresión al ver a lo que se están enfrentando.

Cuando se desea un segundo diagnóstico sobre el cáncer y su tratamiento lo más conveniente es no acudir a un médico del mismo equipo que nos ha evaluado la primera vez, ya que normalmente no va a contradecir a un compañero con el que trabaja e incluso puede haber participado en la evaluación. Por eso, lo más recomendable es acudir a un centro diferente en el que nos vea una persona que no nos haya visto antes y que no tenga relación con el primer doctor o doctora que nos ha diagnosticado. Incluso puede desconocer quién ha sido.

Si ambas propuestas de tratamiento son contrarias, lo normal será acudir a un tercer profesional, pero podemos encontrarnos con que terminamos recibiendo un consejo que nos guíe por un tercer camino. Esto suele ser así en casos complicados o en tipos de cáncer poco comunes para los que no hay protocolos de actuación muy claros.

En estos casos lo mejor es valorar qué profesional nos ofrece más confianza por su trayectoria, por el equipo con el que trabaja y también por los medios con los que cuenta en el centro en el que ejerce su profesión. Una vez tomada la decisión, hay que seguir sus consejos y confiar en su criterio para plantarle cara al cáncer.

EL ALCOHOL ES PELIGROSO

Está claro que el alcohol está muy arraigado en nuestra cultura, pero tenemos que ser cuidadosos con  las cantidades que consumimos. No somos conscientes del daño que nos puede hacer el alcohol a nuestros cuerpos, podemos padecer un carcinoma de higado muy fácilmente si nos pasamos con demasiada frecuencia. Y eso es algo que deberían enseñar a los chavales que fin de semana tras fin de semana se emborrachan como si no hubiera un mañana. No les voy a criticar porque yo también hacía lo mismo cuando tenía su edad, pero con los años me fui dando cuenta de que me podía divertir del mismo modo bebiendo unas cuantas copas menos. También tuvo la culpa la economía, no tenía dinero suficiente para poder seguir el ritmo, tuve que dejar de tomar copas de whisky y empezar a tomar copas de licor café, que sube más o menos lo mismo y vale menos de la mitad, por lo que mi salud y mi economía salieron fortalecidas, lo cual fue un acierto.

Pero los chavales de hoy en día, no son como yo y mis amigos cuando teníamos su edad, es cierto que los tiempos han cambiado y que los chavales ya no pueden hacer los botellones tan fácilmente como los hacíamos nosotros en nuestra época. Prácticamente han prohibido los botellones en todo el país, más que nada porque molestaban mucho a los vecinos que vivían cerca de la zona del botellón y porque ensuciaban demasiado. Cuando nosotros hacíamos botellones, siempre recogíamos todo lo que habíamos tirado previamente, pero los chavales de hoy en día no tienen los mismos valores y educación que teníamos nosotros. Los chavales de hoy en día parece que no tienen respeto por nada y ese es el principal motivo por el que ya no pueden beber en la calle.

Está claro que no podemos cambiar nuestra cultura sobre el alcohol, ya que nos gusta demasiado beber. En Galicia, de donde somos, hay infinidad de fiestas populares que centran casi exclusivamente en comer y beber, no solo durante el verano sino que también hay fiestas en invierno, para todos los gustos.

LOS FUMADORES NO TENEMOS REMEDIO

¿Os acordáis cuando podíamos fumar tranquilamente en los bares? Qué felices éramos y cómo nos fastidiaron el día que nos cortaron el grifo, por fortuna todavía hay bares semiclandestinos en los cuales todavía se puede fumar,es más si no fumas parece que eres el raro del bar. Hoy en día parece que los fumadores somos como unos apestados que tenemos que salir a fumar a la calle si queremos fumar un cigarillo. Esa medida de que no pudiésemos fumar en los bares la pusieron para que la gente dejase de fumar, algo que no consiguieron en absoluto. Los fumadores a no ser que les pase algo en los pulmones es muy difícil que quieran dejar de fumar, aunque haya habido avances en la investigacion cancer de pulmon. Así es como somos.

 

Y no solo nos han prohibido fumar en los bares sino en casi todos los lugares públicos, menos mal que en la playa todavía se nos permite fumar, si ahora nos vienen que tampoco podemos fumar en los lugares al aire libre es para empezar a enfadarse, entiendo que en la playa hay mucha gente que se comporta como si estuviese en una cochiquera y que dejan el trozo de la playa en la que han estado plagado de colillas, aunque gracias a dios hoy en día son cada vez menos los que lo hacen, y a decir verdad por lo que puedo ver en la playa suelen ser las mujeres de una cierta edad las que peor dejan la playa, cuando deberían de dar ejemplo a los jóvenes, muchos jóvenes se comportan de una forma mucho más cívica. Yo por ejemplo, cuando voy a la playa siempre me llevo un cenicero de playa para así poder recoger mis colillas y no solamente las mías sino que recojo más o menos el doble de las que me he fumado. En cualquier otro país dejar las colillas tiradas por ahí, te meterían una multa que te dejarían temblando, pero como en este país hacemos lo que nos da la gana, así nos va, y por lo que parece así vamos a seguir.