Llevarse bien con la familia política es un poco cuestión de suerte. De principio se trata de una relación un poco artificial, como la que se produce en una oficina: te toca sentarte al lado de Menganito y tienes que hablar con él. Pues esto es parecido: tienes unos suegros y unos cuñados y de algo tienes que hablar hasta que te vas conociendo. A partir de aquí, como digo, es una cuestión de suerte y también de actitud.
Por un lado, puede que tengas cosas en común y salgas a flote y hasta puede que te lleves muy bien con la familia política. Y puede que la relación tirante o fría nunca llegue a despegar y siempre se produzcan situaciones no demasiado divertidas. Pero, generalmente, todo el mundo suele poner de su parte en beneficio de la pareja, que es lo que cuenta.
Yo debo decir que tengo suerte porque me llevo relativamente bien con mi familia política, pero sobre todo con mi suegro. ¿Y qué tenemos en común? El vino. Nos encanta el buen vino y hablar sobre ello. Y él tiene muy buenos contactos así que para la última Navidad me regaló uno de sus estuches de cartón para botellas personalizados que solía encargar para él mismo. Pero en este caso lo personalizó para su hija y para mí. Todo un detalle que agradecimos mucho.
Así es que la mayoría de las veces que nos vemos yo me lo paso muy bien (y creo que él también) porque compartimos mucho de nuestra afición. Él me cuenta los últimos descubrimientos que ha hecho y yo le cuento mis pesquisas. Lo cierto es que él tiene una bodega bastante relevante. Solo hay que ver estuches de cartón para botellas personalizados que nos ha regalado. Alguna de las botellas era extraordinaria.
Pero siempre me dice lo mismo: hay gente que se gasta un montón de dinero en su equipo preferido o en su coche, a mí me gusta el vino. Y hace bien, porque es una persona muy cabal con el dinero (yo lo sé de sobra) pero si se trata de vino, se da muy buenos caprichos. Y alguno de ellos también lo disfruta su yerno…