Había llegado a Boiro desde hacía un par de días para visitar a unos familiares. Todavía no me había decidido dónde comer, así que empecé a recorrer la ciudad en busca de algún restaurante interesante. Por fin, luego de mucho caminar, encontré lo que estaba buscando: un pequeño y acogedor establecimiento ubicado en el corazón del pueblo.
Me acerqué con curiosidad al lugar realmente precioso e intenté abrir la puerta. Estaba cerrada pero mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que el dueño, un anciano gallego muy amigable se apresuró tras las cortinas para salir a saludarme. Abrimos la puerta y me invitó a pasar. Inmediatamente me di cuenta de que había llegado al lugar correcto: dentro el ambiente era relajado y confortable, con varias mesas dispuestas en la sala principal rodeándome con sus colores cálidos. El propietario aseguraba servir los mejores platos típicos gallegos chicote y yo no podía esperar para probarlos!
Pedí entonces mi primer plato: pulpo con patatas arrugás–una de las delicias por excelencia del noroeste de España–¡y quedé impresionado! El dueño decidió traerme también su especialidad personal: gambas cocinadas en plancha con aceite de oliva virgen extra. ¡Absolutamente exquisita! Los ingredientes estaban tan frescos y bien preparados que fue como degustar un manjar celestial; nunca antes había probado nada igual fuera de Galicia.
Mi primera experiencia gastronómica en un Restaurante en Boiro fue simplemente maravillosa. Me sentí afortunado por haber encontrado este hermoso restaurante marisquero para compartir la comida tradicional gallega en toda su pureza original sin exageraciones ni artificios innecesarios. Si alguna vez regresara allí–lo cual espero que ocurra pronto–sin duda volvería directamente al mismísimo Marisquiño sin pensarlo dos veces!